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Crónica Vegana

Granola

Al comienzo de todo esto, no comprendía muy bien que significaba el estilo de vida vegano, aunque estaba muy decidido en generar un cambio en mi vida, por eso me decidí a escribir este post de Crónica Vegana.

La frase “somos lo que comemos” es muy cierta, aunque la significación que le damos tiende a quedar corta, pues, no sólo se trata de algo biológico.

Los veganos entendemos esta frase como un estilo de vida donde aprendes a explotar cada elemento que la naturaleza te da, a optimizar su uso y sentirte mejor contigo mismo.

Definitivamente, antes no podía verlo de esa forma ni, mucho menos, comprender los alcances.

Hay muchas razones por lo que la gente se vuelve vegana, pero todas las razones convergen en un punto: la recuperación y el mantenimiento de la salud.

Yo era amante de la comida chatarra, de las parrillas y del comer hasta quedar “sin un huequito”. Sólo así me sentía feliz. Las consecuencias aparecieron cuando tenía 30 años.

A esa edad medía 1.60, pesada 87 kilos y había aprendido a tolerar el dolor constante de todas las articulaciones, las flatulencias, la pesadez y el envejecimiento, después de todo, era “algo normal”.

Debo adelantar que, al terminar las primeras 4 semanas de iniciarme como vegano, todas estas dolencias mitigaron casi por completo. Ciertamente, cometí algunos errores al principio, pero también tuve gratificaciones prontas.

Por esta razón, les quiero contar un poco mi experiencia sobre el cambio en mis hábitos alimenticios y el impacto que tuvo para mi salud y mi vida.

Además, quiero que eviten algunos errores de principiantes, borremos algunos mitos y no caigamos en desesperación.

Esta Crónica Vegana no se trata de un experimento por 1 mes (en los que algunos quieren aventurarse para ver qué pasa) sino de la concreción de una toma de decisión tras conocer lo que la carne hacía con mi cuerpo, sentir la debilidad y la ansiedad después de cada comida y evidenciar el maltrato animal.

Arranqué sin saber mucho, pero sí sabía que no había vuelta atrás…

Frutos Secos
Frutos Secos

¡La ansiedad era terrible!

Los primeros 5 días estuvieron marcados por la ansiedad y la insatisfacción.

Como toda adicción, se genera un síndrome abstinencia al ser controlada. Al ir de compras me aterrorizaba a la imposibilidad de comer carne así la tuviese al frente.

Por suerte, en la web abundan las recetas veganas.

Aprendí a utilizar las hortalizas de forma más eficiente.

Antes sólo utilizaba cebollas, pimientos y mucha sal. Eso lo complementé con el azafrán, hojas verde aromáticas, ciruelas, cúrcuma, eneldo, hierbabuena, tomillo y otros aliños que jamás había probado.

La percepción de los nuevos sabores ayudó a sentirme bastante motivado con lo que estaba haciendo (jamás había caído en cuenta que siempre comía lo mismo).

Aprendí que una buena combinación de aliños en las ensaladas y cereales era capaz de suministrar a mi cuerpo varias de las proteínas, vitaminas y minerales que necesitaba.

En el día 7, mi necesidad voraz por la carne había desaparecido.

Sin embargo, a pesar que ya había pasado dos semanas (día 14) aun anhelaba los postres. Extrañaba eso de rematar con algo al final de las comidas. Una buena amiga (sin ser vegana) me ayudó mucho con esto.

Entendí que los postres veganos eran tan buenos en sabor como los regulares, pero implicaban un poco más de cuidado al momento de ir de compras y fijarme un poco más en las etiquetas.

Aprendí a hacer los mejores helados, pudines y tartas que jamás haya comido. Muchos de los sabores podían ser emulados, pues, probé una torta “de queso” si ningún tipo de lácteos.

Al día 20, mi ansiedad había desaparecido. Sólo sentía gran debilidad por las harinas y cereales. Les contaré próximamente.

Tentado por cereales y la harina

Mi convicción más “dura” era alejar la carne de mi dieta, pero veía un refugio seguro en poder consumir cereales.

Esto podría haberlo entendido mal los primeros días. La harina y los productos fortificados son importantes ya que aportan vitaminas esenciales y minerales críticos en la dieta vegana, pero hay que utilizarlos de forma comedida.

Sin duda, aprender a disminuir la cantidad de arroz y pastas representó uno de las acciones más difíciles de asumir, pero también fue uno de los que mejor impactó sobre mi salud.

Desde el día 7 (que empecé a bajar la cantidad de cereales) noté la diferencia en la calidad de mi digestión (lo explico más adelante).

Las empanadas y las galleticas podían comerse, pero no siempre tendrían que ser de harina de trigo, en ese momento, la avena, la cebada, el plátano, la batata y otros tubérculos se volvieron mis aliadas.

Hice galletas para comer 1 por día. Al acabarse, creía que iba sentir la necesidad de hacer más inmediatamente, peo no fue así. No fue hasta una semana después que volví a preparar un poco más.

Mejor digestión

Antes, había que asumido la pesadez y la acidez como algo normal. Debo confesar que eso no cambio en los primeros días, al contrario, empeoró un poco.

No podía entender como si estaba comiendo menos pesado, continuaba esa condición. Por suerte, en el día 8 ya desapareció el malestar y no volví padecer esto.

Hace poco leí sobre lo que pudo haber pasado. En ese momento, las bacterias “buenas” de mi intestino estaban adaptándose a una proporción distinta en la cantidad de fibras en el bolo alimenticio, siendo algo que lleva su tiempo corregirse.

Tal vez hubiese sido conveniente haber iniciado el cambio de dieta de forma gradual para disminuir el impacto. Es algo ustedes podrían probar.

Yougurt de Coco

La disminución del peso se vio rápidamente

Decidí pesarme cada siete días. En el día 8 me sorprendí grandemente porque bajé 6 kilos, a pesar que no se notaba. En día 15 bajé 4 kilos más. Esta vez la emoción se convirtió en suspicacia, dado que “mi panza” se veía casi igual.

Fui al médico nutricionista. Me señaló que estaba perdiendo grasa, pero también masa muscular de forma acelerada. En esta Crónica Vegana les confieso que eso me desmotivó un poco.

No obstante, mi médico me explica sobre la necesidad de optimizar el aprovechamiento de las fuentes proteicas de los alimentos vegetales.

Por esa razón, empecé a consumir vegetales crudos con mayor frecuencia, incluí el consumo de la soja, cáñamo, quínoa y el trigo sarraceno y empecé a elaborar ensaladas frías con garbanzos.

Ya para el día 22 había recuperado gran parte de la masa muscular. Esto me hizo reflexionar sobre la importancia del acompañamiento médico a manos de un profesional de la nutrición.

Es mi médico quien me explica la necesidad de combinar proteínas con cereales en mi plato e identificar proteínas con alto valor biológico. No sólo se trata de la cantidad de proteínas sino la calidad de las mismas en cuanto de su constitución de aminoácidos.

No más dolor

Antes de mi cambio de dieta, el suplicio nocturno era los dolores articulares.

Espalada, pies, rodillas, manos y tobillos, me dolían sin razón aparente. Era consciente que el peso tenía mucho que ver, pero dolía también los días no tenía mayor actividad física.

Esta situación tuvo un reverso en los primeros 10 días del arranque con mi nuevo estilo de vida. Era algo inesperado para mí.

Bajar una o dos tallas hizo una diferencia abismal. Ahora bien, no sólo se trata del peso, las carnes tienen un efecto negativo sobre las articulaciones.

Actualmente entiendo que, al eliminar las carnes rojas, estaba dando oportunidad a mi sistema renal e inmunológico para depuraran mi organismo.

El exceso de nitrógeno propio del metabolismo de las carnes se acumula y genera daños que pueden volverse crónicos.

La cocina se volvió un mundo distinto

La necesidad de “picar” cualquier preparación en la cocina fue de los primeros malos hábitos que desaparecieron.

Entre probadas, terminaba por comerme un sándwich con el plato fuerte del momento (sólo como aperitivo). En mi mente, la cocina se transformó de un comedor informal a un espacio para hacer artes.

Los colores y los sabores eran insumo para construir.

Algo interesante que sucedió, es que empecé a apreciar los sabores de forma distinta y más profunda.

Jamás había apreciado el dulce, antes de esta Crónica Vegana, de los vegetales o la patata, la grasa del aguacate, o lo agrio del tomate. Es que para mí eran sólo ingredientes que acompañaban a un buen bistec. Las gaseosas eran mi referencia de algo dulce.

En la actualidad, esta situación cambio al punto de no tolerar la azúcar refinada. La bebida con azúcar redunda en lo dulce. En esos días noté que la exagerada exposición a la azúcar refinada había insensibilizado mis papilas y percepción neurológica.

No sabía de los complementos

Terminando la tercera semana (día 21), voy a mi siguiente chequeo médico. Para eso llevo el resultado de un análisis de sangre completo: perfil 20 y otros parámetros de importancia. Mi médico me indica que tengo la vitamina B12 ligeramente baja. La verdad no me sentía tan mal.

A pesar que nunca he llegado a niveles críticos en sangre o he mostrado algún síntoma desagradable, hoy en día agradezco a mí médico por recomendarme la suplementación para el mantenimiento de nutrientes que pudieran escasear en mi dieta.

Me he documentado sobre casos bastante graves. Podría opinar que estos casos también podrían ser resultado de la poca información (o desinformación) y bajo acompañamiento profesional que algunas personas veganas tienen. No hay razón para que una persona sana llegue a niveles críticos en una dieta vegana.

La preocupación de mis familiares y amigos

Este es un asunto bastante complejo y delicado. En esta Crónica Vegana os cuento como cada persona que se inicia en este mundo tiene circunstancias distintas, pero igual me gustaría compartir mi experiencia.

El apoyo de mis familiares y amigos estaban entre una sonrisa gentil con palmadas en la espalda y comentarios llenos de preocupación que insinuaban todo lo contrario.

La verdad, es que este maniqueo me afectaba bastante. No sabía que esperar de ellos. Me gustaría enumerar algunas de las situaciones que me pasaron en la primera dos semanas de haber iniciado mi dieta vegana.

  • Ellos me veían las uñas y cabello para ver lucían bien, pero sin decir nada
  • Ponían porciones de carne en mi plato para que “complementara” lo que había comido.
  • Hacían comentarios sobre mi peso y mi talla con cara de preocupación
  • Mis amigos les incomodaba comer conmigo. En parte tenía un origen condescendiente, pues, lo hacía para no incomodarme. El resultado era totalmente contrario.

La mayoría de estos comportamientos tenían como origen la desinformación. El tiempo fue pasando y la actitud de mi familia fue cambiando. Para la cuarta semana:

  • Felicitaban mi convicción
  • Quería probar los platos que yo comía. Esto se convirtió en una oportunidad para educar.
  • Querían aprender a preparar los platillos que yo comía.
  • Se interesaron sobre mis motivaciones. Sin juzgar.
  • Se interesaban en saber sobre el movimiento vegano.

En conclusión, en las primeras de cambios sus preocupaciones venían por los mitos – ya generalizados – que hay sobre el veganismo: riego de anemias, desnutrición y cambio de actitud.

Luego, al ver los cambios positivos, las personas que nos rodean no dudarán en ser empáticos (y algunos simpatizantes) con nuestra convicción. Al final, ellos quieren lo mejor para nosotros.

Resumen de mi Crónica Vegana

  • Es conveniente iniciar una dienta vegana de forma gradual.
  • La ansiedad, la compulsión por comer y la fatiga serán más fuertes en la primera semana como resultado de la adaptación de tu cuerpo y tu mente a la nueva forma de alimentarte.
  • Si estás perdiendo peso, debes saber de dónde viene.
  • Es necesario que aprendas a combinar los alimentos en tu plato.
  • Es necesario conocer cuáles son los vegetales con mayor de aminoácidos
  • Te harás más sensible a los sabores de los alimentos. Esto te llevara a la reducción de la sal y la azúcar que venías consumiendo de forma exagerada.
  • Es recomendable tomar complementos vitamínicos y minerales que podrían escasear en tú dieta.
  • Aunque es un proceso que lleva su tiempo, nuestra familia y amigos acabarán por entender y apreciar nuestra decisión. Es necesario desarrollar nuestro potencial educacional.